VIERNES, 20 DE ENERO DE 2017
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Boceto del “Dinosaurio Director” realizado para el programa Brunelesky de Telecinco, por Concepción Sanz (2005) |
¿Dirían ustedes que los seres humanos hemos evolucionado?
… A veces, parece que más bien no. La verdad…
Si en algo no hemos evolucionado es en la configuración de nuestro
primitivo mecanismo de respuesta ante situaciones de vida o muerte (tema
sobre el que ya mencioné algo en mi anterior artículo “Recumplo 20 años”).
Y quizá, dicho mecanismo no ha
evolucionado, porque funciona
perfectamente ante aquello para lo que fue diseñado: situaciones de vida o muerte (tal cual y sin matices).
Siempre se utilizan dos ejemplos, para ilustrar esto:
-
Cómo actuaba el hombre primitivo ante un dinosaurio
-
Cómo actúa un león o leona tras una carrera, bien sea para atrapar a un animal que le
libere del hambre, bien para escapar si alguien le persigue a él.
El hombre primitivo ante un dinosaurio -o cualquier situación de peligro, como por
ejemplo, encontrarse con un león o leona- contemplaba simplemente dos opciones:
-
Salir corriendo, para salvar su vida
-
Atacar, para hacer acopio de carne con la que
alimentarse, y para defender su terreno y/o a su familia o clan.
En ambas situaciones, el organismo se prepara inmediatamente y de
modo inconsciente, para optar por una de las dos opciones, y tanto para
lo uno como para lo otro, el corazón comienza a latir fuerte y a bombear más
sangre hacia los brazos y las piernas. Lleva incluso la sangre que es necesaria
para otras funciones del organismo a lugares que son fundamentales, para
responder en el AQUÍ y en el AHORA: salir corriendo o atacar.
Ambas opciones son un mecanismo de defensa ante peligros reales
de vida o muerte.
El ser humano responde según la situación en la que
se encuentre (llevo armas o no, cómo estoy de
reflejos, hasta dónde puedo correr, me sirve de algo subirme a un árbol… dónde
está el árbol más próximo, puedo subirme a él, estoy acompañado de niños, o
tengo al lado guerreros y guerreras con lanza…
¿¿¿¿????).
Todo esto no se pensaba. Se hacía un barrido inconsciente e intuitivo… y se actuaba.
… Del mismo modo, tras su comilona,
el león se tumba bajo un árbol, se estira y se echa una buena siesta… liberando
así la energía que le sobra tras la carrera y haciendo una buena digestión.
En la actualidad, nuestro mecanismo de respuesta-defensa continúa
funcionando de la misma forma, pero nuestra forma de vida actual nos lleva a
elegir una tercera opción: quedarnos paralizados por el miedo, el no saber qué
hacer y en todo caso, anticiparnos o proyectarnos hacia lo que nos puede
suceder más adelante (me temo que esto podría haber
supuesto la extinción de la especie humana en aquellos otros tiempos…).
Salvo personas concretas y en casos muy especiales, aunque nos asalte un
ladrón con una navaja, nuestra capacidad
de respuesta no es la del hombre primitivo… por muchas razones -entre ellas
nuestro estado físico, nuestra forma de vida y sociedad-, no puede serlo.
Al león lo hemos metido en un zoo y el dinosaurio se extinguió.
Sin embargo, los actuales peligros que nos sobrevienen son
“entes” a los que hemos otorgado una dimensión gigante… de dinosaurio, de diplodocus:
los gastos, llegar o no a fin de mes, perder el trabajo, pagar la hipoteca…
Actualmente, utilizamos nuestro primitivo mecanismo de respuesta-defensa de
forma continuada y para todo, lo cual nos perjudica notablemente, pues
todas estas situaciones no ponen en peligro nuestra vida. No nos va a
fulminar la muerte en ese mismo momento.
Amontonamos situaciones de falta de tiempo, de agobio, de cesión de
nuestro poder y responsabilidades a otros…
de inseguridades, de PREocupación = anticipación…
… y de PREocupación por un futuro que sólo llegará cuando le toque…
Tras cada situación -sobre todo
si es complicada-, no hay concesión para la siesta del león.
Los “sin tregua” no tomamos conciencia de nuestra respiración, de la importancia del descanso, del gusto de estirar
los brazos, bostezar o tumbarse un
rato a la bartola… de dar patadas al suelo, para recolocar la energía… de parar la mente un rato, de tomar conciencia de que en muchas situaciones no
se nos va la vida, ni sobreviene la muerte.
(Los “reinones” de la naturaleza,
el ser humano, este ser que piensa que con todo puede, sólo puede recordar quién es y
qué lugar ocupan en ella a golpe de fenómenos como inundaciones, temporales,
aludes, terremotos, exceso de calor…).
Es así, como poco a poco, acumulamos energía que ya no necesitamos.
Y nuestra mente, la gran censora, la que se cree lo que queremos creer sin
distinguir entre lo que sucedió hace tiempo y lo que sucede ahora, nos ayuda gustosa
en la generación y proyección de situaciones que llevan a la ansiedad y al ESTRÉS,
el gran depredador de la salud (me voy a quedar en la calle… esto va a terminar con mi salud...).
Es por tanto, muy necesaria una labor preventiva que aligere
nuestra mente de
tanta PREocupación por acumular energía-pensamientos-emociones
nocivos e innecesarios.
Aprender a gestionar nuestro tiempo, nuestras emociones y las situaciones
que se nos presentan o que nos buscamos con responsabilidad y consciencia puede ayudarnos muchísimo.
Y en todo ello es importante aplicar una rutina. Una rutina de
aprendizaje y de práctica. Una rutina tan importante como
asearse o lavarse los dientes. Como hacer estiramientos para el deportista,
como preparar la agenda, como lavar la ropa, como beber agua…
Una rutina que nos lleva a ser conscientes. A dejar de engañarnos con los
espejismos diarios que nos bombardean con la máscara de la “gran aventura”, sea cual sea.
Concepción Sanz Rodríguez.
¿Han sufrido estrés alguna vez? ¿Qué
situaciones les han llevado hasta él?
No duden en enviarme sus comentarios y en difundir este artículo si lo
consideran de interés.
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